Blog de Víctor José López /Periodista

miércoles, 12 de julio de 2017

Lo Insólito Abunda en Venezuela

--  “Mi espada y mi autoridad se emplearán con infinito gozo
 en sostener y defender los decretos de la soberanía  popular”.

Simón Bolívar
                                                                                                                                       Formato del Futuro…

En la historia política venezolana, existe una frase que se le atribuye al Presidente Carlos Soublette. Y es aquella que reza que lo grave -¿o lo insólito?- no es que el pueblo se burle o se ría de su gobernante, sino que el gobernante se burle y se ría de su pueblo. Y en Venezuela, es un hecho común que el gobernante se burle y termine carcajeándose del pueblo. ¿0 es que acaso no guarda relación semejante frase con lo que sucede actualmente?.


En todo caso, la hermosa riqueza conceptual del español, cuando se trata de entender qué sucede y cómo se da lo propio y lo impropio en el país, al entrársele de lleno a la bidireccionalidad que plantea la relación de lo que sucede y lo que no debería ser, da para todo. Y es así como para el ciudadano resulta relativamente fácil juzgar situaciones, para, por supuesto, encontrarle sentido, justificación y hasta rechazo a lo que se le presenta ante sí.

Insólito, increíble, sorprendente, impensable, no lo puedo creer, o, coloquialmente, “ni de vaina”. Son todas esas algunas formas de expresión, ante algo que puede ser o no debe suceder. Porque en Venezuela, la suposición existe, pero también se da el hecho. Y, entonces, todo termina convirtiéndose en realidad pura;  toda vez que aquí, definitivamente, lo que no debería ser, es. Y lo que no debería suceder, sucede. Hasta que se construye lo propio en lo impropio; lo absurdo en lo normal; lo indebido en lo debido; lo abusivo en lo correcto; la justicia en impunidad; la corrupción en avaricia tolerable; la falsa viveza en audacia; y la mediocridad en meritocracia inspirada en la adulancia rastrera.

Desde luego, es por eso por lo que cuando en Venezuela se habla de crisis, lucen cortas, casi estrechas, aquellas que guardan relación con lo económico, lo político y lo social exclusivamente. Ya que las que halan y consumen mayores costos, definitivamente, son las crisis cultural y moral. Las mismas que hoy arrastran al país hacia el foso de lo impensable, de la destrucción  de la base cultural y ética de la República; de aquello que, día a día, desnaturaliza al espíritu mismo de la Patria, para convertirla en una renovada versión de lo absurdo y en la que  todo puede pasar.

Venezuela, entonces,  es el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, de reservas de oro y  de otros  minerales de  valor e importancia global, que goza de excelentes y enormes extensiones de tierras cultivables, como de  agua dulce en abundancia  y clima tropical todo el año. Pero también es una nación sumida en una gran pobreza, sin reservas monetarias, con una gigantesca deuda externa e interna y una importante parte de su ciudadanía que, para alimentarse, debe apelar a la basura.

Es, además, una versión social dolorosa que no sorprende cuando miles de sus enfermos andan en incansable peregrinación  buscando medicamentos, mientras sus gobernantes, a la vez que se carcajean del reclamo de médicos y familiares de enfermos, niegan, una y otra vez, la existencia de dicha penuria. Y lo hacen rechazando toda posibilidad  de que  países hermanos del mundo, conscientes de lo que aquí está pasando, envíen ayuda humanitaria de medicinas y alimentos. Insólito, ¿verdad ?.

No puede sorprender, entonces, que el 5 de Julio, Día de Fiesta Nacional al conmemorarse los 206 años de la firma del Acta de  Declaración de la Independencia de Venezuela, se haya promovido el uso de un volumen de ingentes recursos económicos para promover una exhibición bélica,  cuando Venezuela no está en guerra con nadie, aunque sí con decenas de miles de ciudadanos, a quienes les hace falta de todo.  Insólito, ¿verdad ?.

Pero si sorprendente lucía aquel espectáculo ante los ojos de una población impactada al comparar valor de vida, con posibilidad de vivir, en la sede del Parlamento un grupo de individuos comandados por alguien, autorizados por alguien, financiados por alguien y denominados  "Colectivos", se ocupaba de ingresar al recinto, destruir bienes públicos, agredir a  los Diputados electos por voluntad popular en diciembre del 2015. También  de secuestrarlos, junto con funcionarios administrativos de dicho Poder, periodistas e invitados especiales al evento histórico.

Los venezolanos y el mundo democrático jamás entendieron  por qué y para qué de lo sucedido en el sitio. Y fue eso, de hecho, lo que pasó a convertirse en un motivo para el rechazo internacional de la violenta agresión a la legítima representación popular. Mucho más cuando se produjo ante los falsamente  miopes ojos de los integrantes del Destacamento Interno de la Guardia Nacional que, supuestamente, tiene como misión proteger a los Diputados, al personal y  a las instalaciones del Palacio. El resultado, desde luego, no podía ser otro: destrucción, violencia, daños  y la pública  imagen degradada de un Gobierno que, para colmo, trató de evadir responsabilidades, incluso ante los maltratos físicos de que fue objeto  más de una decena de los asistentes al evento. De hecho, días después del degradante y violento espectáculo, no hay ningún responsable o siquiera un sospechoso.  Insólito, ¿verdad ?.

En Venezuela, donde no escasean  las oportunidades para que las autoridades apelen a los medios de comunicación social  para hablar de paz, amor, diálogo, armonía, hermandad y en nombre de la Constitución,  hoy se desata una campaña en contra de la persona de la Fiscal General de la República, Dra. Luisa Ortega Díaz, máxima garante de la justicia en el país, por manifestarse a favor de la obligación de cumplir realmente  con  el articulado de la vigente Constitución de la República. Asimismo, en forma general, por  denunciar responsabilidades por las constantes violaciones a los derechos humanos y declarar públicamente su protesta por el rompimiento del hilo constitucional y violación de la Constitución Nacional por parte del Poder Ejecutivo y  Judicial. Es decir, aquí se convierte en circo político la percepción de que el perro no muerde al hombre, sino que son los hombres los que muerden al perro. El mundo al revés. Insólito,  ¿verdad ?.

El Tribunal Supremo de Justicia, usurpando funciones de la Asamblea Nacional y de la Fiscalía  General de la República, destituye de su cargo al Vice Fiscal de la República, Rafael González Arias,  y, en su lugar, nombra a la abogada Katherine Haringhton.  En repuesta, la Asamblea Nacional ratifica en su cargo al actual Vice Fiscal  con la aprobación previa de la Fiscal General. Y Venezuela ahora, entonces, dispone de dos Vice Fiscales: de uno legítimo y de otro ilegítimo, de acuerdo a lo que establece la vigente Constitución de la República
Insólito, ¿verdad ?. 


Las encuestadoras nacionales e internacionales revelan que casi el 90% de los ciudadanos rechaza el Comunismo y quieren un cambio de rumbo para el país. De igual manera, más del 80% responsabiliza al Presidente y  a su tren ejecutivo de la mala situación social y económica que afecta al país, a la  vez que una reconocida mayoría pide elecciones generales. Pero el Ejecutivo, en respuesta a dicha obvia demostración de rechazo colectivo, responde con la proposición de una Asamblea Nacional Constituyente al margen de la voluntad popular.

Y, como lo han expresado el Colegio de Abogados, las Universidades, la Academia,  la Asamblea Nacional y múltiples juristas y constitucionalistas, no basta la pretensión de hacer posible dicha Asamblea,  pretendiendo ignorar al soberano, para imponer una voluntad amañada  con bases comiciales condicionadas y sectorizadas para poder controlar los nombramientos de los constituyentes a ser nominados y convertir a Venezuela en un país Comunista. También se requiere de algo más, y es de no desconocer que lo que dicen las encuestas, se viene haciendo sentir en las calles del país, y la ciudadanía no se mantendrá indiferente ante dicho propósito. Insólito, ¿verdad?.

La protesta popular, precisamente, no ha cesado en su reclamo  de que Venezuela retorne a la Democracia, para lo cual es imprescindible el ejercicio del derecho al voto y que la Constitución siga siendo el eje determinante de la vida en libertad. Eso se ha traducido en la muerte de casi 100 venezolanos, la mayoría de ellos menores de 20 años; también en centenares de heridos y un altísimo número de detenidos, de acuerdo a voluntad de una institución  militar que hoy  hace caso omiso de sus principios y fundamentos doctrinarios, a la vez que aparta su compromiso ético de cumplir y hacer cumplir lo que le establece la Constitución.

La expresión democrática del país  ha llamado  a la celebración de un referéndum consultivo para el 16 de julio, solicitándole a los ciudadanos respuestas concretas ante planteamientos concretos,  entre los que  destaca la expresión de su voluntad de si está de acuerdo o no con la celebración de la citada Asamblea Constituyente Comunal solicitada por el Presidente. Por supuesto, el Ejecutivo, que no quiere ni acepta la celebración de un nuevo proceso comicial en el país, ahora se ha planteado impedir dicha consulta, promoviendo la realización de un ensayo o simulacro para la misma fecha, en un intento desesperado por impedir que se sepa exactamente qué es lo que estima el soberano que se debería hacer.  Insólito, ¿verdad?.

Desde luego, lo insólito es lo que abunda, en el medio de las realidades entre las que se deben movilizar y vivir los venezolanos. Pero no por abundancia, se traduce en ignorancia  de lo grave que es vivir influido por la crisis de lo moral.  Porque, en el fondo, es, si se quiere, la inteligente y audaz manera como una sufrida población ha sabido construir su  anticuerpo interpretativo para no claudicar en su mejor uso de la identidad con lo que significa la vida en libertad. Y también es, definitivamente, la objetiva valoración de una sabia respuesta, ante la pretendida  intención nacional y foránea de hacer de Venezuela un fracasado país comunista.

El Gobierno y el Poder Electoral quisieran que fuera lo contrario. Pero están errando al  ignorar  la existencia de una real conciencia sobre lo que es ser y sentirse ciertamente libre; jamás dispuesto a supeditarse al sometimiento básico para hacer de lo insólito lo habitual, lo normal ante lo que hoy es definitivamente anormal.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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