En Venezuela
ya es difícil que algo cause extrañeza. Nuestra realidad ha alcanzado unos
niveles de surrealismo, que cualquier cosa puede suceder
Señor
Rodríguez Zapatero:
En Venezuela
ya es difícil que algo cause extrañeza. Nuestra realidad ha alcanzado unos
niveles de surrealismo, que cualquier cosa puede suceder. Leo —sin asombro
alguno— que el Consejo Nacional Electoral le propone a usted como coordinador
de una misión de observación para las elecciones presidenciales del próximo mes
de abril. Si acepta, la tendrá usted fácil, porque salvo que el candidato se
haga fraude a sí mismo, no habrá mucho más que observar.
Me gustaría
proponerle otra misión de observación: véngase un día, de incógnito, como quien
no quiere la cosa y observe lo que está sucediendo en los hospitales de
Venezuela con la gran cantidad de niños que pierden la vida al nacer.También
están los que mueren de desnutrición o por comer una variedad de yuca— lo más
barato que hay —que llaman amarga y que envenena; niños que empiezan a ser
abandonados por algunos padres porque tienen que escoger, como en “La decisión
de Sofía” (no la reina, sino la película de Pakula protagonizada por Meryl
Streep), a qué hijo salvar. Es una dolorosa tragedia. Sería bueno que observara
lo que está sucediendo con los medicamentos, porque mucha gente está perdiendo
la vida por no tener medicinas esenciales para sus tratamientos. Debería
observar el estado de los hospitales que, como el Clínico Universitario, han
dejado de hacer cirugías porque no tienen cómo.
Tendría que
observar el paso fronterizo entre Venezuela y Colombia, para que vea la
cantidad de venezolanos que abandonan el país. No tiene que volar tanto para
ello, en Madrid mismo puede usted notarlo, camine por las calles y pregunte.
Pregúnteles a tantos venezolanos cómo y por qué llegaron hasta allá. Se habla
de que cerca del 10% de la población ha emigrado, como luego del año 39 por
allá. Observe, señor Rodríguez Zapatero, las aulas de las universidades
nacionales, el sueldo de nuestros profesores no sobrepasa los tres o cuatro
dólares mensuales. Profesores que pierden peso y muchos que se van, alumnos que
no pueden llegar a las aulas porque no hay manera de transportarse o de comer.
Venga y observe en las calles lo que sucede en torno a las bolsas de basura,
los anaqueles de los supermercados. Observe la morgue y la cantidad de muertos
por violencia que ingresan cada día.
Hay demasiado
dolor, señor Zapatero, solo que nuestros guernicas no explotan, son silenciosos
e invisibles para el que no los quiera ver.
Si usted
hiciera una observación profunda de Venezuela, una observación que le permita
toparse con esta catastrófica situación que se nos viene encima y cuya gravedad
exponencial se percibe a diario en la angustia de la gente que no sabe qué
hacer, quizá comprendería por qué la oposición luego de dos décadas (¡medio
Franco, para que se entienda mejor!) no puede suscribir acuerdos con quien no
está dispuesto a respetar ninguna norma, ningún principio ni palabra empeñada.
¿Me dirá usted qué sentido puede tener firmar un acuerdo, si mientras las
partes discuten garantías de transparencia electoral —lo que prueba que no
existen—, una de ellas convoca unilateralmente a elecciones? Anhelamos con
urgencia unas elecciones, sin duda, pero de verdad, que estén planteadas para
que se exprese la voluntad popular y no —justamente— para lo contrario, para
desconocerla. Señor Rodríguez Zapatero, que este régimen lo promueva como
observador electoral imparcial debería decirle a usted mucho acerca de cómo se
le percibe, pero también acerca de cómo se le percibirá luego del 22 de abril.
El mundo entero, la Comunidad Europea, Canadá, Estados Unidos, nuestros
hermanos latinoamericanos —a excepción de su buen amigo Evo Morales— han
denunciado estas elecciones. ¿Cree usted que todos se han confabulado en la maldad
cuando unánimemente condenan lo que aquí sucede? Solo le invito
—respetuosamente— a que medite en ello. Al fin y al cabo, cada uno de nosotros
con sus acciones y con aquello que cohonesta o no, está construyendo su propia
memoria histórica.
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